miércoles, 5 de diciembre de 2018

Posturas y composturas

En una visita a mi casa José se puso a llorar sobre mi hombro:

--- He sido un hombre muy malo. Le he pegado, he tenido otras mujeres y le he dado una mala vida a Lupe.

Ese arrepentimiento, esa confesión sorpresiva no la agradecí. Quería tanto a esa desgraciada mujer, que a partir de ese aciago momento miraba al hombrecillo con antipatía.

Una vez me acompañó a Pie de la Cuesta. Me exigía que le diera de comer a su hora. En  las mañanas tardaba en el baño más que una mujer y se acicalaba de una manera que me parecía la de un afeminado.

Y después de haberme despojado  de mi anillo de oro, y nunca cumplir con u ofrecimiento de que me llevaría a Taxco para comprar uno que sustituyera a mi joya, mi aversión a él por incumplimiento de la palabra empeñada y el abuso de confianza de disponer de un bien que me complacía lucir en mi mano, aumentó mi antipatía por un hombre que ahora me parecía hipócrita.
 

 


 

 

 

Pienso que antes de acostarse Lupita se meterá en el lúgubre cuarto donde hay una cubetas llenas de agua fría que con una jicarita usará para bañarse,  se fregará su blanco cuerpo con un zosquil y tras secarse con una magra toalla, se soltará su negra cabellera para que le caíga exuberantemente en la espalda,  casi a la altura de donde comienzan sus torneadas caderas. Y luego,  caminará sensualmente ante el varón que yacerá acostado sobre la cobija que ella extendió sobre el suelo y entonces él la mirará de arriba a abajo, desde los tobillos hasta los muslos y clavará los ojos sobre el monte de Venus. Ella se agachará y cuidadosamente se sentará sobre sus pantorrillas para empezar a mecerse suavemente  tras meterse su pedacito de miembro hasta alcanzar el orgasmo soltando gemiditos de bebé para que no le oigan sus hijos que duermen en un cuarto, a un lado. Tras esa mantada yacerá a su lado, dándole la espalda.  

Quiso hacerle sentir que era el único hombre en su vida pero, en su rica  imaginación, recordaba la forma en que le hice el amor, virilmente, estando encima de mi amantísima mujer, lupitamiamor!

No pretendo romper la magia de esta escena, el encanto de sufrir los feroces celos por una dulce mujer a la que sigo amando con desesperación y que, lo digo con rabia, en mi desvarío y loco afán por evocar lo que tanto me daña,  aún hoy,  en mi desbocado magín me parece más linda, guapa, sensual después de que fue poseída por el otro!
 

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