martes, 18 de diciembre de 2018

Entorna los párpados. Empiezo a recorrer su cuerpo. Me detengo en sus senitos, que son como dos pequeñitas naranjas que chupo con frenesí. Enloquecía, se estremecía imperceptible pero irreprimiblemente.
___Ay papito, aaaayyyy!!!
Abría las contorneadas piernas y bajaba, mi lengua recorría el sinuoso y caliente camino hasta llegar a su triángulo púbico tan negro como mi suerte.
Jamás le dejé ninguna parte de su cuerpo con un moretón.
Luego descansaba tras un ---ya no, ya no, ya basta, ya no puedo...
De mi posición,  de hincado ante
su monumental cuerpecito, trepaba a la cama para ponerme a su lado.
La besaba en la frente, en las mejillas. Luego me volvía a poner encima de ella y entonces, con suavidad,  abría sus grandes ojos negros. Me miraba fijamente como intentando penetrar dentro de mi alma. Era un silencio sagrado, reverencial, de profundo agradecimiento a la vida que nos había deparado momentos tan sublimes.
Al rato, se ponía de pie y se iba al baño. Postrado, casi me adormecía el chasquido de la regadera y me la imaginaba frotándose, acariciándose, amándose a sí misma.
Sigilosamente slía al jardín de la casita de retiro y se ponía a regar el centenar de flores de todos colores que rodeaban la alberca, la fuente de piedras,  m

ientras arriba el acueducto milenario,impasible, mudo testigo, se erguía frente a ella
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario